POESÍA, AGUADULCE, LA PLAZA
POETA: AURA MÉNDEZ DE CANOVA
AGUADULCEÑA.
Libro: Quimeras del Paisaje y un Puerto de Aura Méndez de Canova
POEMA
LA
PLAZA EN LA MEMORIA DE AYER
Estalla en mi memoria la plaza con olor
a verano.
Suenan recuerdos con ruidos de otros
tiempos. Mi plaza amada y renovada
que no envejece y crece con ilusión.
Los relojes con voces de ayeres
laten vivos en los poros de la sangre
sin edad.
Mi ciudad es poesía, con su amplia plaza
poblada de rostros que habitan en la
metáfora.
Un busto de la madre ennoblece a todos.
Allí los ruiseñores dejan serenatas y
los
fotógrafos hacen postales. La
arquitectura
de la iglesia rodeada de atrios,
vitrales y
figuras de piedra que cuentan su
historia.
Aún recuerdo las bocinas de los autos
a la seis de la tarde, con sonidos
alegres
las calles de mi plaza bebían
pentágramas,
con la juventud junto al céfiro del verano.
Otros a la misma hora en el envés del
parque,
disfrutaban de un Cine Fresco, allí llegaba toda
la brisa del puerto a escuchar películas
románticas.
Allí pedazos de estrellas y ventiscas de salitre
despertaban voces de amor.
Plaza sonriente con árboles memoriosos,
ellos guardan voces de amores y
canciones de radio.
Guardan, también el bullicio de los
niños
con patines, o por las monedas que
lanzaban
al aire en cada bautismo.
¡Mi bella plaza! Recuerda que ofrecían
barquillos
con sabores de coco, miel de caña y
tamarindos…
Su kiosco imponente guarda en sus arcos
y piedras
bitácoras de San Juan, panderetas
decembrinas,
leyendas de sus callejones y travesías de
comerciantes extranjeros, hijos de la plaza,
ellos también soles de progreso.
Eres kiosco amado, memoria nuestra, tu
arquitectura para todos los siglos.
El museo en las pestañas del parque
sigue contando
historias del terruño y su paisaje de
mar y cañaveral.
El salitre tibio del mar aún perfuma mis
calles
con silbos poéticos. Hay espejos con
gotas
de lluvias y un Cerro Vigía con memoria
de patria.
Los del barco buscaban nuestras
tamboreras,
platos criollos, cancioneros y leyendas.
Mi plaza, cada verano llena de hombres
de zafra.
Todas las tiendas colmadas de monedas.
Las telas, los radios, sombreros,
paraguas y
almanaques, adornaban sus portales.
El verano y su carbón, siempre parte del
paisaje
y prosperidad de mi ciudad.
Los curas ofrecían el sermón en la
Parroquia
San Juan Bautista, alma de mi plaza amada.
Las bocinas dejaban el mensaje en cada
banca,
y vereda del parque.También los Ave
Marías en latín.
Un talentoso fotógrafo de la calle El
Tanque,
era parte de la historia de mi plaza,
con su cámara
coleccionaba todas sonrisas del pueblo.
Casa antigua con aroma a buena comida,
allí estaba “La Reina”, donde el arte
culinario de tía Adela, era escenario
del buen
paladar y de la tertulia social.
La plaza memoriosa con un cordón de
talentos
ruta de cultura y más…
Había un bar social contiguo a un telar,
su traganíquel con boleros románticos.
Allí también leían el Bristol y los
periódicos.
Las casas de sastrería de la plaza, arte
muy valorado.
Contrastes de mi plaza, en la memoria y
las fotos.
El cine de DonTelmo, era punto de
encuentro,
las películas de vaqueros eran parte del
entretenimiento.
Muy cerca, resplandecía una refresquería
con murales de grafitis, allí la
juventud
se reunía con alegría y paz.
Una plaza reciclada de tiempos y
espacios,
pero con un alma que une a todos los
barrios.
Hoy tengo en mis manos fotos en sepia,
donde un cordón de palmeras abanicaban
la plaza hasta el Castillo de Doña Pepa.
Allí se escuchaban las ondas románticas
de la radio que alegraban toda la plaza.
Muy cerca, llegaban muchos rostros
cultos
buscando: libros, almanaques y revistas
en Casa de Don Jaramillo, un caballero
que promovía el buen leer.
La gran tienda de un visionario pocrieño
iluminaba toda la plaza, allí una enorme
luna
resplandecía con lluvia de rostros y
aves cantoras.
Una talentosa dama pocrieña, traía mercancía
fina para las bodas de mi tierra. Allí
la navidad
tenía un piso para toda la ciudad.
¡Mi plaza tenía de todo!
En la casa vieja de los Méndez, Don
Alfonso
obsequiaba: revistas, libros y tertulias
con refrescos en sus portales de
sabiduría.
Allí resplandece el busto de Octavio
Méndez
y un parque como un legado con un mar de
fotos.
En la calle Los Marineros había un
billar animado
con las metáforas de Don Juan Sainz,
inmigrante
español donde se conversaba del Viejo
Mundo y
su entrañable España.
¡Mis veredas tenían voces y ventanas
hacia la plaza!
En mi querido Parque 19 de octubre, los
rostros
leían montones de cartas y telegramas.
Llovían emociones y cantos de verano.
Ser aguadulceño es tener el mar y la
plaza
en los portales de nuestra memoria sempiterna.
Libro:
Quimeras del paisaje y un puerto
De:
Aura Méndez de Canova.
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