"RELATOS Y PENSAMIENTOS"
POR LA PLUMA DEL DR. OMAR DE ICAZA A.
CARDIÓLOGO E INTERNISTA Y GESTOR CULTURAL.
“Si una sociedad libre no puede ayudar a sus muchos pobres, tampoco podrá salvar a sus pocos ricos”. John Kennedy.
ENTERATE:
El Dr. Omar de Icaza nos devela que ha vuelto a escribir sus pensamientos y vivencias en el periplo de su formación médica, archivos de su memoria intacta que comparte con los lectores del Blog Sol y Agua". También estaremos degustando entre capítulos archivos de sus gavetas desempolvadas. También nos devela que lee literatura Clásica, Crónicas Históricas y Filosofía variada. Entre sus escritores favoritos García Márquez, Deepak Chopra, J.J. Benítez y por supuesto René Favaloro en las ciencias médicas.
“UN MÉDICO EN LOS TIEMPOS DE COLERA”
15 febrero 2011
Dedicado a mis hijos: a mi madre a mi abuela, a mi esposa.
(Autor Dr. Omar De Icaza)
I PARTE
El PRINCIPIO DEL CAMBIO
“En cada acto médico debe estar presente el respeto por el paciente y los conceptos éticos y morales; entonces la ciencia y la conciencia estará del mismo lado, del lado de la humanidad”
René Favaloro, Cardiólogo.
En 1991, como médico interno tuve la oportunidad, (Necesidad) de trabajar en Darién, no sabía en ese entonces que sería el inicio de una experiencia inigualable que me llevaría, en virtud de esta profesión, y luego de terminado ese viaje, a la Serranía de Coclé, luego a Bocas del Toro y por último a radicarme en la tierra de la sal y el azúcar. Antes que el paso del tiempo borre mis recuerdos (así como hace con mi cabello), les dejo mis experiencias, y anécdotas, que cambiaron, para siempre, mi manera de pensar.
Luego de la invasión, el sistema de salud publica panameño, cayó en un abismo de mala organización, de la cual no se ha recuperado, la dirección política del ministerio no tenía la capacidad económica de realizar nombramientos por lo que al terminar nuestro primer año de internado, nos vimos varados, desempleados y desanimados. No podíamos trabajar, dado que no éramos idóneos para hacerlo y los años de la carrera de medicina en la Universidad de Panamá no tenían valor por lo que nos veíamos relegados a ser bachilleres en ciencia con un diploma de médico.
Luego de negociar, con el político-médico encargado de los nombramientos, este nos dio el ultimátum de, o nos íbamos para Darién 3 meses, con la promesa de reconocimiento como parte de nuestro segundo año de internado, o nos quedábamos vendiendo bollos (como buen chorrerano ya tenía esta experiencia en la niñez) por 6 meses; pues bien a Darién se ha dicho. Pero ahora bien ¿ por qué Darién?, Pues sepan estimados lectores que en ese entonces los ceviches peruanos hicieron de las suyas y la versión sudamericana de la maldición de Montezuma se propagó, en forma de epidemia de cólera, a través de toda Sudamérica, llegando con su rastro de muerte a las comunidades indígenas más alejadas del Darién. Nuestra misión: atajar la epidemia mediante la educación o sino llevar suficiente papel higiénico, venoclisis y suerte para poder combatir, con nuestra vasta experiencia del primer año, la avalancha de esfínteres relajados, vómitos, trastornos electrolíticos y acidosis metabólica que se nos vendría encima.
Con toda la tristeza del mundo tomé mis respectivo bus Panamá – Chorrera, en la piquera, que ese entonces quedaba en el “limite” del área revertida, junto al palacete de legisladores y me dirigí hacia Bollo City con el fin de informarle a mi madre y abuela de la próxima aventura de su hijo- nieto. No está de más decir que la noticia le cayó mal a las arterias coronarias de mi madre y a las glándulas lagrimales de mi abuela que no entendían como su hijo- doctor terminaría, luego de estudiar tanto, montado en una piragua y con taparrabo.
Al día siguiente, según se me había indicado, pase por la tétricas oficinas de la región metropolitana de salud; parecidas a una cárcel con dos pisos y un atrio central, paredes de color azul oscuro y con pintura que se caía sola, como el maquillaje de la secretaria, que con gesto severo atendía a los “pichones” de médico que por “vocación” (entiéndase bajo salario) se aprestaban a un viaje desconocido. Allí me hicieron firmar un “seguro” de vida con el cual, supongo yo, se abrirían las coronarias de mi madre y alcanzaría para comprar suficientes toallitas de busero para secar las lágrimas de mi abuela en caso de que yo pelara el bollo, ya sea devorado por un lagarto o colgado, por la depresión de la soledad, de una tira de papel higiénico.
Bueno llegó el día del viaje, luego de despedirme de mi Amigo Carlos a quien le había pedido asilo en su apartamento de perejil, para ahorrarme un hotel, ya que tenia a lo sumo 50 dólares, y luego de comprar enlatados, partimos del viejo aeropuerto de Tocumen en un antiguo avión de carga, sobreviviente de la guerra de Corea, hacia nuestra más lejana provincia, éramos un grupo de 10 médicos, algunos compañeros de graduación. Todos teníamos en común la necesidad de trabajar ya que sosteníamos a nuestra familia así como el deseo de conocer otros lugares de nuestro país y tener nuevas experiencias. El viaje, pues tranquilo, el piloto tenía ese aire de autoridad y seguridad que nos hizo sentirnos seguros en el viejo bimotor mientras admirábamos el paisaje tropical y nos lamentábamos desde las alturas de las áreas de devastación de esta provincia olvidada. Luego de 40 minutos llegamos a La Palma, en donde la pista de aterrizaje era multifuncional ya que servía en las tardes de cancha de voleibol, campo de futbol y de parque para enseñar a los niños a montar bicicleta; su ubicación en la desembocadura del río Tuira, nos ofrecía un paisaje espectacular dado la grandiosidad de estas dos masas de agua, bueno pensé yo: Empezó la vaina.
II PARTE
LOS PRIMEROS DIAS
“Dondequiera que se ama el arte de la medicina se ama también a la humanidad”
Platón
Nuestra llegada fue bien recibida por las autoridades y colegas médicos, curtidos estos últimos en esta área de tan difícil acceso que, con la esperanza de entrar al sistema, y quedarse un tiempo se ven embrujados y atrapados por el famoso 40% de sobresueldo que, los aleja de sus familias, en algunos casos para siempre, y que como droga, una vez que se acostumbran y se hacen dependientes los encierra en la fantasía de que ahí donde están es un mundo mejor; no obstante no todo es malo y debo reconocerles su paciencia y arte médico casi mágico ya que con los dedos, sin ningún recurso ni apoyo de los políticos>médicos refrigerados de la capital , hacen de todo por el bienestar de sus pacientes. Hoy a la distancia física y temporal que me separa de los colegas debo aplaudirles su sacrificio.
En ese entonces laboraba, y creo que todavía está ahí, mi amigo Víctor, 100% chiricano, estudiante de medicina brillante, embrujado por el 40% se quedo laborando y ayudando a los demás, fue grato encontrarlo ya que nos guió a nuestro hospedaje provisional, la casa de descanso de la iglesia ubicada orilla del río Tuira que bordeaba, la población de La Palma a unos cuantos metros de la pista multifuncional. La primera impresión del poblado fue interesante, todo al lugar se asentaba en las márgenes del río y estaba compuesto por una sola calle estrecha bordeada por ambos lados de casas de madera o cemento con techo de zinc, del lado del río, la mayor parte de las casas estaban sobre pilotes y las aguas negras caían por gravedad sobre la ribera, un incendio reciente había reducido a cenizas 4-5 casas del pueblo dejando el lugar con un aspecto más miserable que el que debió tener originalmente.
Nos presentaron con el encargado del hospedaje quien nos llevó al dormitorio mixto, con techo de zinc, paredes de madera y una espectacular vista al rio, ahí en catres dormiríamos los siguientes dos días a la espera de nuestra misión final.
En la noche del primer día los varones del grupo, Gustavo, Nicolás, Víctor y yo fuimos a la única estructura que había soportado los embates del fuego: la cantina. Pasamos ahí un buen momento entre pintas, recuerdos de la facultad y anécdotas de nuestro primer año de internado. Regresamos al hospedaje, con cierto edema cerebral, antes de las 10 pm, hora en la que se cerraban las puertas.
Al día siguiente fuimos al hospital “ nuevo” del ministerio de salud, ubicado en un pequeño cerro, final de la pista de aterrizaje, a unos 100 metros del pueblo, tenía lo usual, consultorio, sala de parto, cirugía menor y pocos recursos, nunca visitado por el gineco-ministro dueño de la famosa frase televisiva refiriéndose a la epidemia de cólera y como consejo a los indios con TV satelital y cable que podían verlo en Darién “ no se caguen en los ríos”
Bueno, llego al tercer día, el momento de despedirse de esta pintoresca comunidad, nos dividían en grupos, Nicolás y yo hacia Yaviza, los demás se quedaban ya sea en La Palma o Santa Fe. En ese momento tuve la grata experiencia de abordar por primera vez un helicóptero, sacado de alguna película sobre Vietnam, que nos llevo hasta Santa Fe, a unos 15 minutos de distancia, tierra firme adentro, a donde llegamos al pequeño hospital de la comunidad, ahí almorzamos posteriormente nos dirigimos en el trapiche volador a Yaviza; el destino final; no sabía lo que me esperaba…
“El mejor placer de la vida es hacer lo que la gente dice que no puedes Hacer”. (Vicent Van Gogh ).
Dr. Omar de Icaza A.
POEMAS DE SOL Y DE AGUA FELICITA AL DR.
DE ICAZA POR RETOMAR SU PLUMA Y COMPARTIR
CON NOSOTROS SU PENSAMIENTO CREATIVO.
es bueno seguir comentando relatos de
ResponderEliminarnuestras provincias, porque es identidad
de nuestra tierra. prof. Mirna.